«No solo son lectores quienes leen por afición»
Luis Arizaleta, editor en Polygon, comenta el informe «La lectura en España 2017»
El informe titulado La lectura en España 2017, recientemente publicado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con el apoyo del Ministerio de Educación de Cultura y Deporte, ha sido noticia controvertida por la supuesta errata de su página 88, donde se lee: “El 92% de la población española es lectora, si bien solo el 88,6% lee todos los días o, al menos, una o dos veces por semana”. ¿Es este dato cierto o no lo es?
Rotundamente no si pensamos en lectores “frecuentes” de libros. Solo el 36% de la población de más de 15 años de edad es lectora frecuente de libros, entendiendo como tal a quien los ha leído por motivos no profesionales en el último mes; y la media de libros que leen esos lectores “frecuentes” apenas supera los 3 al año. Son datos de la Encuesta de hábitos y prácticas culturales 2014/15 del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (páginas 131 y ss.).
Esto es lo real y bien preocupante que es. Pero no es menos cierto que no solo son lectores quienes leen libros por afición a diario o casi todos los días. También lo son quienes leen prensa en papel o en pantalla, quienes escriben y reciben whatsaps y otros mensajes de texto, quienes acceden a diario a webs y a sus cuentas en RRSS y suben contenido, y ponen sus posts en blogs. Todos ellos leen, en papel o en digital, ficción y no ficción. Otra cosa será la calidad de lo que cada quien lea, sean libros en papel u otros tipos de texto y sistemas de lectura.
Cuando el sector editorial parece reclamar una suerte de plan PIVE, hay que decir que una estrategia pública de fomento de la lectura a largo plazo no puede consistir en medidas para incrementar la oferta, sino que debe ser un proceso de fortalecimiento de la demanda, de las competencias comunicativas de la gente sean cuales fueren los sistemas, medios y contenidos que emplea para producir, emitir y recepcionar textos. En este sentido, bienvenida sea la advertencia que Luis González (Fundación Germán Sánchez Ruipérez) escribe en el citado informe: “…la nueva circunstancia digital plantea grandes desafíos y oportunidades a la biblioteca y a la escuela, que no han sido percibidas en la construcción de políticas públicas de lectura”.
Efectivamente, la emergencia de lo digital —en buena medida bloqueada por el propio sector entre 2006 y 2012, mediante políticas de precios altos e inaccesibilidad tecnológica que condujeron a muchos lectores a la práctica del pirateo— debe ser considerada a la hora de definir las estrategias públicas de fomento de la lectura. También en la escuela, dándole cabida y tratamiento dentro de los Proyectos Lingüísticos de Centro (PLCs), a los que Fernando Trujillo se refiere en el mismo informe de la FGEE.
Conocí esta herramienta en 2014, cuando participé en su divulgación a familias de alumnos/as de un buen número de centros escolares, y he de decir que el marco es el adecuado aunque haya mucho trabajo por hacer, muchas inercias que vencer. Es un buen camino a recorrer para transformar en una década esos bajísimos índices de lectura que nos abochornan y hablan de una sociedad escasamente proclive a la reflexión y al pensamiento crítico. Educar la afición a leer, desarrollar educaciones literarias, recomendar buenas lecturas de diferentes tipologías textuales y adecuadas a cada edad e intereses, alfabetizar en el uso de las TICs, enseñar y aprender a producir textos… orales, escritos e icónicos, publicados en digital, audiovisuales o impresos para comunicarnos con los otros, para expresar y escuchar, percibir, pensar, crear y compartir. Esa es la cuestión.