El trabajo cooperativo incentiva la implicación individual
Aprendemos en interacción con los otros. Un bebé construye el lenguaje escuchando a quien le cuida y le abraza, le canta nanas y le dice onomatopeyas al oído. Con el sonido de esas palabras hermosas sonríe y balbucea mientras su cerebro configura conexiones neuronales que asocian lenguaje y sensaciones agradables, inmerso en una relación que crea vínculos con el otro y con las primeras gotas de educación literaria, los pareados y la canciones escuchados a su madre, su abuela, su papá, su educadora de la escuela infantil.
Seguimos aprendiendo en interacción. Crecemos jugando con una hermana, un hermano o los iguales, en la calle, en la casa, en la escuela, descubriendo el entorno, la materia y los objetos a través de la acción, el dinamismo, la investigación, la manipulación que desarrollan estructuras de pensamiento lógico, de lo concreto a lo abstracto, de lo cercano a lo lejano, esos conceptos básicos (dentro-fuera, grande-pequeño, pesado-ligero, arriba-abajo…) que tanto le deben a la vivencia compartida, al dar y recibir estímulos lúdicos, a las carreras y al escondite, a las tiendas y las casitas, al juego simbólico en el que ejercemos como personajes, nos reconocemos y representamos para imitar la realidad, para interiorizarla, asimilarla y acomodarnos.
Ese aprendizaje es mutuo entre quienes interactúan y conviven, emiten y reciben mensajes, aportan ideas que se complementan u oponen, ordenan e integran, para quienes argumentan, critican y reconstruyen juntos su conocimiento, lo amplían y derivan, asocian y extienden. Un aprendizaje que cunde y enriquece a sus actores copartícipes de un proceso generador, creativo, replicable y competencial.
A cooperar se aprende desde pequeños cuando las interacciones que elevan mundos imaginarios se convierten en sentido compartido y aplicable. Esa construcción de sentido es la tarea propia de la educación: otorgar significado y funcionalidad al flujo colaborativo, hacer que las personas se sientan bien explorando juntas, accediendo al pensamiento y logrando cosas que por sí solas no alcanzarían. Estimular la motivación en común y diseñar horizontes de logro, dedicación y satisfacción. Nunca habrá nadie más implicado en el trabajo, en el proceso de conocer, que quien se siente parte y se sabe perteneciente, protagonista y coautor.