“Aprendiendo por Proyectos o Proyectando aprendizajes”
Germán Isabel, profesor del colegio Mirasur (Madrid), reflexiona sobre el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP)
Un padre que llega y le pregunta al maestro:
– ¿Cóoomo? ¿que no manda usted deberes?
– No. Mire, su hija trabaja mucho en mis clases…
– Pero oiga… que yo me he dejado muchos años de mi vida hincando los codos para ahora tener que escuchar esto. Mínimo dos horas estudiaba yo en mis tiempos… -Sentenció el enojado padre, (risas).
Qué gracia, ¿verdad? Pues a mí, ni pizca. Yo también estudié “en mis tiempos”, como todos, y más de dos horas… Pero oiga, que ahora, para el que no lo haya pillado aún, les toca el turno a sus hijos o alumnos. Que ahora Sí es su tiempo. Es lo que tiene la evolución humana… que las cosas cambian porque progresamos; y el progreso viene del cambio; y un cambio de no hacer lo mismo que hicieron los romanos o los hombres y mujeres de la Prehistoria. Y esto no hay quien lo cuestione… igual hay quien lo matice o lo mejore, pero innegable en el ser humano es el progreso.
Lejos de querer meterme en la teoría de los ABP, sobre lo cual aconsejo que se lea e insistiré en que se practique, pretendo que se entiendan ciertos procesos o buenas prácticas para conseguir un éxito duradero. Entendiendo como tal, el que se consiga en el alumno más que en el profesor.
En primer lugar aclarar que hay distintos tipos de Proyectos: Basados en retos, en problemas, etc. Casi todos persiguen el aprendizaje utilizando como medios el descubrimiento, “el hacer”, la reflexión o conciencia de lo aprendido o desaprendido, alcanzando un producto final cuya importancia dará que hablar algo más adelante.
Algunos tienen un objetivo final, diseñado por los docentes; otros en cambio, utilizan contenidos con el propósito del desarrollo competencial; los hay que utilizan el producto final como meta perceptible al final de un camino lleno de logros (procesos); los más atrevidos (quizás los más ricos en resultados) fomentan el aprendizaje utilizando los intereses del propio alumno para descubrir algo que desconoce incluso el profesor.
Entiendo que los ABP requieren de las siguientes premisas:
1. El profesor/guía/formador debe entenderse como parte del error en el propósito del proyecto. Esto se explica si entendemos que el maestro por tradición, siempre ha sido el portador y “aportador” del conocimiento, por lo que uno mismo se ha considerado único responsable en la transmisión conceptual. Si logramos incluirnos en el proceso, la necesidad de desaprenderlos será evidente y necesaria, pasando a inculcar en los alumnos hábitos de discusión, reflexión, duda, capacidad crítica y creativa. En definitiva, que un profesor se manifieste como “el sereno”, amo de las llaves de todas aquellas puertas que se abrirán a sus alumnos sin tener la absoluta certeza de saber lo que hay más allá de ellas, debería ser la mayor de sus aspiraciones. Dicho esto, parece que uno descuide el interés en que sus alumnos aprendan… pero la realidad y las experiencias me han demostrado que lo que ellos aprenden es mucho más, o diferente, de los conocimientos que un profesor posee y que éste logra trasmitirles. Un símil, ocurrió hace unos años cuando un alumno reflexionó en voz alta, al término del juego “teléfono escacharrado” y con el objeto de que descubrieran que con el paso del tiempo y de los medios de transmisión, la información se modificaba. Entonces me dijo:
– ¡Este juego es igual que lo que tú nos enseñas!
Yo pregunté el motivo expectante, ya que no entendí su reflexión.
– Claro, profe, es igual porque tú nos enseñas lo que un día te enseñó tu maestro y a ese maestro un día le enseño otro, así sucesivamente. Además, siempre nos dices que las cosas cambian, y que la manzana que hoy es verde, mañana puede ser roja.
Por eso, que el profesor se autoconsidere como parte de los errores, fomentará que cada una de las fases del ABP sean constantemente rediseñadas, evaluadas y reprogramadas.
2. La principal preocupación en el inicio del proyecto será encender la llama de la hoguera. Como si se tratara de una velada a la
luz y calor de una hoguera, los niños deben percibir su luz y la magia que sale de las llamas. Hay que conseguir que los alumnos se sientan cautivados… es decir MOTIVADOS antes de empezar un proyecto. El aprendizaje durante el proceso estará siempre supeditado a la actitud que se muestre ante él. La actividades iniciales estarán encaminadas a despertar en el alumno las ganas
de soñar, crear y descubrir. No importará tanto el tipo de ABP en esta fase tanto como las expectativas que se generen el individuo. Esas actividades de “enganche” deben ser el punto de partida del proceso del proyecto.
3. Los personajes del proyecto llevarán por nombre y apellidos iguales a los de tu lista de clase. Estamos acostumbrados a buscar en las programaciones de actividades y desempeños el éxito del que las diseña. En un ABP, cada alumno deberá sentirse ÚTIL, esto le asegurará un interés superlativo en él. Por poner un pequeño ejemplo, seguro que recordáis situaciones en las que en cierta lectura aparece un nombre igual al de un alumno de la clase…¿Cuál es la inmediata reacción de ese alumno? Pues que en ese instante, adquiere protagonismo, se siente por momentos parte de la historieta narrada, protagonista.
En un proyecto, al alumno hay que darle la responsabilidad que le brinda la magia al pertenecer a él. Adquiere la obligación oral de ser el protagonista, decidir procesos y ritmos… en definitiva le estaremos dando permiso para que descubra centros de interés personales para seguir construyendo aprendizajes.
4. La importancia del cuento: Inicio, nudo y desenlace. Hablábamos de lo que ocurre al principio, sus elementos motivadores, los personajes y su importancia en la historia. Pero no podemos contar un cuento, únicamente presentando a los personajes y concluyendo con “… fueron felices y comieron perdices”. En un ABP, como en un cuento, cuenta el nudo. El nudo, el proceso, serán todas aquellas fases, desempeños que generen construcciones. Muestras de evidencias para el profesor de que aquellos objetivos, competencias, destrezas… en definitiva aprendizajes, se están alcanzando. En un proyecto, por citar ejemplos, existirán de forma obligada (o muy aconsejable), diseños de actividades en las que los alumnos formulen hipótesis, reflexiones o debatan en pequeños grupos sobre un reto o pregunta lanzada por el profesor, cuyo objetivo será el de recoger evidencias del progreso en trabajo cooperativo o incluso la mejoría en competencia comunicativa. Como veis, se puede pretender que no sea lo importante el tema del debate o lo acertado que se manifiesten entorno a su discurso, en beneficio de buscar un desarrollo más competencial.
5. El éxito del fracaso del producto. Parecen antagonismos, ¿verdad? Veamos cómo darle la vuelta. Al término de un proyecto, es importante que hagamos consciente al alumno, no tanto del producto final, como de todos aquellos aspectos trabajados durante la duración del mismo. Puede ocurrir que la sensación de éxito o fracaso tenga que ver con el producto. Y en muchas ocasiones tales productos tienen que ver con algo artístico, o un mural, por ejemplificarlo… ¿y si el niño no se le da nada bien las manualidades?; o tienen que ver con un periódico… ¿y si el alumno no maneja bien el vocabulario, la redacción o tiene mala grafía?; o tienen que hacer un documental… pero ¿y si no es buen comunicador?
Desde luego, nada tendrá que ver el producto final con su evaluación final. Habrá que tratar el producto, simplemente como el final del proyecto, que si encima, está bien, pues mejor. De lo que hablo es de intentar que, en caso de hacer un mejorable documental, actividad plástica, o un periódico no muy atractivo, los alumnos sean conscientes de que el resultado final será la suma de cada uno de los pasos que logre dar hasta llegar al producto. En conclusión, trabajar por proyectos, debe ir de la mano con que los alumnos sean capaces de proyectar aprendizajes, ser conscientes de ellos.